sábado, 11 de diciembre de 2010

Lujazo nostálgico


10 de agosto de 1984. Fecha de uno de los recuerdos más imborrables de mi infancia. La selección española de baloncesto lograba la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles. Recuerdo que aquella madrugada mi madre me despertó para ver aquel partido mítico. Probablemente, el más mítico. España desafiaba a unos Estados Unidos inabordables por aquella época (en la actualidad ha cambiado mucho el cuento). Con la inocencia que me daban los diez añitos no era consciente de que delante estaban 'dioses' del baloncesto de aquella generación (Michael Jordan, Pat Ewing, Chris Mullin...) y hasta soñaba con que aquella brava selección de Antonio Díaz Miguel podía traerse el oro para casa. Como todos sabéis se cumplió el pronóstico lógico y España no se proclamó campeona olímpica. Sin embargo hizo algo quizás más grande. Logró que el ba-lon-ces-to (que diría Pepu Hernández en tono reivindicativo) consiguiera su espacio, popularizándose enormemente en España. Hizo que la generación de chavales que crecimos con aquella gesta se nos metiera el basket en la sangre. Entre aquellos grandes ídolos de niñez estaban Corbalán y Romay, además, de Fernando Martín, Epi, Solozabal, Iturriaga, Andrés Jiménez...


10 de mayo de 1992. Me rondaba ya la mayoría de edad, cuando viví otro momento mágico. Muy probablemente el momento más mágico que haya vivido la ciudad de Cáceres jamás. Un fenómeno deportivo se había convertido en el tema favorito de las tertulias de los cacereños. El equipo de baloncesto, que militaba en la Primera Divisón (segunda categoría nacional), acababa de ascender, pero se estaba convirtíendo en uno de los equipos más destacados de la competición. Andorra, Gijon, Canarias, Prohaci Mallorca o el propio Badajoz pelearían por subir a la Liga ACB, esa competición donde jugaban entre otros aquellos mitos que habían logrado la plata olímpica del 84. Pues bien, el Cáceres lo logró. Jordi Freixanet anotó la canasta de su vida. La que daba el ascenso. La que hizo explotar la locura desde la pista de la Ciudad Deportiva hasta el último rincón de la parte antigua. Desde Jiri Okac hasta Ángel de Pablos, el equipo que entrenaba Martín Fariñas abrió la puerta para que la ciudad pudiera vivir por primera vez eso del deporte de élite. De la misma manera que el combinado olímpico del 84 había promocionado con éxito el basket en todo el país, el Cáceres CB enganchó a toda la ciudad al deporte de la canasta.

Las fechas de estos dos hitos históricos permanecen grabadas en el disco duro que es mi memoria dentro de la carpeta de 'momentos inolvidables'. Es por ello, que el partido que disputaron ayer las leyendas de la selección española frente a los legendarios jugadores del Cáceres me tocó un poquito. Ver por un lado a Corbalán y a Romay y por el otro a Jiri, a Freixanet, a 'Fariñas'... enlazó de repente esas dos gestas que han hecho que mucha gente adore este deporte. Y yo también.


El partido tuvo su puntito por este rollo nostálgico. Además, nos valió para comprobar que el tiempo no es algo que pase sólo por uno. Hubo mucho hielo al final del partido para las maltrechas rodillas de jugadores que han cogido unos pocos de kilos, coronillas con bastante menos pelo, canas a tutiplén...


Pero como todo, los hay que se mantienen mejor y otros que deben haber quedado bastante hartos de tanto gimnasio a lo largo de sus carreras y ahora le dan más a la chistorra. Romay, desde que dejó el Mira Quien Baila, me parece que no se menea mucho. Eso sí, es un espectáculo en sí mismo. Enorme personaje. Enrique Fernández viene a ser su  equivalente en las figuras de los cacereños. Gordito y todo, sigue con una mano prodigiosa, a pesar de que dice que no toca un balón desde que se retiró. Corbalán sigue siendo el cerebro. Además, para su edad está en unas excelentes condiciones físicas y sigue siendo competitivo. Lo que pasa es que al lado de Tomás Jofresa, su nivel de exigencia pasó más inadvertido. El ex del Joventut sigue teniendo aspecto de jugador profesional y casi que daría el pego como compañero de Cherry y Mediano ahora en el Cáceres. Fue el que se tomó la 'pachanga' (no nos engañemos) más en serio. El que dio el nivel más alto probablemente fue Mike Hansen, que ha estado jugando a esto hasta hace un par de años en Liga EBA. Siempre ha representado más edad de la que verdaderamente tiene (39 años), pero a pesar de su pelo blanquecino, de motor anda muy bien.
Por otra parte, a Jiri habría que proponerle para que le pusieran una estatua en la ciudad. No falla nunca. Y mira si tenía excusa para no haber estado. Pues no. Cada vez que hay un evento así, él se enfunda las botas de basket y se viene de la República Checa a estar en  la ciudad que más le ha marcado deportivamente. La gente aquí le quiere y eso se palpa a simple vista. El afecto es mutuo. Además, por él parece que no pasa el tiempo en lo físico. A éste le dicen que se quede para echar un cable al equipo y aquí que se viene otra vez...

En fin, que tenerlos a todos ellos aquí el viernes fue una gozada y una excusa para echar la mente atrás y rememorar momentos inolvidables y volver a ver a figuras que ya forman parte de la historia de nuestro baloncesto.

2 comentarios:

  1. aquella tarde en la q la ciudad d cáceres ascendió, escuchab el partido por radio estudio con mis amigos, la emoción fue inigualable hermano.

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  2. Muy bien, Miguel. Veo que echas de menos el periódico y algunas cosas más. ¿And this week?

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